Y éste fue el primero de verdad. Estoy francamente orgullosa de él. Me costó bastante hacerlo ya que fue retomar el contacto con los pinceles, con las espátulas, con el dibujo (que no es mi fuerte) y con las ganas de hacer cosas. Fue un momento de mi vida bonito, con ilusiones y deseos. Cada día iba a pintar, a disfrutar de ello.
Inicié una etapa personal productiva en todos los sentidos, menos triste de lo habitual por aquella época. Fue bonito!